Alazar

De la naturaleza tamizada I

De nuevo el capricho de la naturaleza atrapado en el azar. De nuevo un lienzo de autenticidad aunque en la modernidad actual, tras la postmodernidad, el azar no sólo no juega sus cartas, sino que se adentra en el espectáculo colosal. De la naturaleza caprichosa del agua a la tierra y a las paredes de luz, ahora la niebla y el bosque. El camino transitado por los elementos. La mirada de Carmen Escudero sobre los elementos es una captación plástica, un momento donde se posa la luz y se recoge. Ya lo hizo con el agua y los colores del agua, los reflejos del tiempo sobre las ondulaciones desvanecidas.

Ahora va más allá, como queriendo atrapar el elemento aire, inasible a no ser por el movimiento. Pero lo atrapa en la quietud. Una mirada oriental que se concentra en el camino del bosque. Niebla y tamiz de niebla. Una paleta sobre el lienzo, así es la mirada actual de Carmen Escudero. Esa búsqueda más allá de la realidad que sólo se encuentra en lo veraz. No se trata de reflexionar sino de atraparse en las formas de las hojas y sus transparencias. Algo así como dejarse llevar a través del siglo XVI del japonés Hasegawa Töhaku. Biombos de ramas vivas de castaño que parecen secas por el color, sus hojas, las sombras sobre las hojas, la luz de la niebla sobre el tapiz opaco de los troncos que no se ven, profundamente enraizados. Sensibilidad de tinta china sobre una cámara que busca el momento abstracto de los elementos irreales. Cuando Carmen enciende la luz da en el blanco niebla, abrigando aspiraciones más elevadas tras el contraste de los elementos. Carmen habla de abstracción pero no es tal: es una puerta en el bosque por el que se camina despacio, sin hacer ruido cuando se pisa la hojarasca. Sensibilidad en estado puro.


Aitor Quiney Barcelona, abril 2016